miércoles, 8 de octubre de 2014

Boulogne



RUBEN POGGIONI,

20 años, acribillado a balazos el 2 de junio de 1974 por un grupo perteneciente a la Triple A, cuando junto a otros compañeros de la Federación Juvenil Comunista, se encontraba en la localidad de Boulogne, provincia de Buenos Aires, realizando una pintada y pegatina de carteles que celebraban el 10º Congreso Nacional de la Fede. Rubén tenía una personalidad particular: Una forma diferente de cómo comunicarse con el mundo, poco usual. Recurría a los gestos como puntos de apoyo, le daban seguridad. Sus movimientos eran armoniosos siempre. Sus temas principales giraban alrededor de la termodinámica, la antimateria y, cuando estaban mis padres compartiendo “su” ritual: té con limón, las charlas interminables alrededor de cómo cambiar el mundo para que sea mejor y el gran tema: la revolución.

Ese día, el 2 de junio del 74 era, además, muy frío y gris…con tonalidad plomiza…El cielo iba a romper en llanto; el “otro” clima que se vivía en el barrio era, recuerdo, la escases de productos de almacén (palabra casi arcaica). Pero el té y el limón siempre estaban. Tenía una posible justificación: Rubén venía de una familia italiana, de Arezzo, sus padres siempre hablaban de ese lugar como el paraíso perdido…montañas, mucho aire y amor…Arezzo….Rubén tenía esos genes.

El limonero de su casa funcionaba como un monumento simbólico compartido. En el reverso del árbol estaba el cuartito donde había construido una increíble Torre Eiffel para un trabajo práctico del secundario. Era perfecta, soldada con finos alambres de bronce y cobre. En la parte de arriba del comedor había una biblioteca muy bien cuidada, entre los libros estaba el famoso de John Reed: “10 días que conmovieron al mundo”, texto que amaba y que se lo había regalado a Ana, su compañera y mi hermana. Ese preciso 2 de junio, la muerte nos besó en la boca a los compañeros que estaban haciendo una “pintada” en Boulogne. La AAA lo había destruido con un balazo en su cuerpo.
(Día frío y gris….muy gris)

Dolor y muerte, no nos imaginábamos la que se venía….
Doña Rosa y Don Nicola, sus padres, fueron también los míos luego del asesinato. Siempre esperaban la llegada de Rubén, a pesar de su muerte. Toda su familia amplificó la mía: Juan, el hermano y las hijas que muchos las conocíamos por aquella foto que siempre llevaba en el bolsillo de la campera.

La diferencia entre la creencia o no de su muerte, se vio sacudida por interrogantes y negociaciones. No podíamos creer el “ya no está más”. “El arma no funcionó…”, “¿quién es responsable?” ¿Se inició el juicio a través de la Liga? Todas las argumentaciones que rodearon estos 40 años se asimiló como se pudo, de distintas formas: la bronca, el llanto, la ira, la búsqueda de justicia, el borrazo, las ausencias, las miserias humanas y la potencia del recuerdo.
Cuando se cumplieron los 10 años sacaron el mástil que se había colocado sobre la calle Ader, fue en el gobierno de Alfonsín, se decía que “molestaba”. Luego plantamos un árbol, un hermoso fucus, también lo sacaron el anteaño pasado porque impedía el paso de los coches hacia la entrada de una empresa. A pesar de los devenires de la vida, siempre colocábamos una flor o una planta y llevábamos marcadores para escribir: 

¡¡“Rubén Presente”!! Además de los trámites burocráticos en Página 12 por el “recordatorio” ya que sólo publicaban gratis los que desaparecieron a partir del 76.
Sus padres ya no están, su hermano con la familia se fueron a Córdoba con el cuerpo de Rubén incluido.
Con los años una aprende lo que es la memoria colectiva. ¿Cómo se construye? De a poco…
A pesar de todo llegamos a estas 4 décadas con la memoria. ALBERTO NADRA












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